martes, 14 de enero de 2014

Martín no habla

-Llevo todo el día pendiente de ti, de cada uno de tus movimientos. De tu manera de colocarte el pelo detrás de la oreja. De tu manera de andar. De cómo sonríes.

Terminó de desnudarla. Seguía mordiéndole el cuello mientras ella encogía las piernas y encorvaba la espalda.

1 comentario:

  1. SINTONÍA

    Tuvieron su momento de acordes y acuerdos, cuando todo pasó los dos se encontraban en LA, quién sabe si llegaron juntos, y gozaban cada instante de la anticipación, a ratos ilusionante a ratos eterna, de pasar a SI, poniendo todo el mimo del que eran capaces en ese habilidoso movimiento de cambio de cuerda. La última nota de la escala(da) de una pasión desbordada que no pudieron rasguear con todo su ser como instrumento, muy a su pesar o quizás agradecido por ello, todavía sonaba en su cabeza cuando se tapaba los oídos y le recordaba aquella armonía que, ahora estaba seguro, siempre anhelaría.

    Él, incapaz de comprender que su vulnerabilidad podía haber sido su mejor regalo, la más preciosa firma en un contrato de una sola cláusula, pasó a un SOL que procuraba mantener sostenido como si ahora cambiar de nota le estuviera prohibido. Estaba convencido de que si mantenía ese SOL todo iría bien… pero seguía sintiendo el SI; volvía constantemente para alterar su seguridad, reclamándole, animándole, siempre firme, siempre excitante, siempre alegre, para siempre imborrable como sólo puede serlo la primera vez de un sentimiento, eterno.

    Ella, pasional pero decidida, pasó a SI, o puede que volviera al original y reconfortante DO para evitar saltarse alguna nota de su nueva canción, pero fue capaz de respetar la armonía aunque la partitura fuera otra. Sólo quería seguir tocando y seguir siendo tocada, era intérprete e instrumento y la música misma, una pionera en el campo de la sensibilidad, todo lo que amara le amaría a ella incondicionalmente.

    "- Sería una pena que cuando tú puedas yo ya no quiera", nadie lo dijo, el reproche nunca pudo instalarse entre ellos, pero se convirtió en el epitafio de esa tumba, todavía abierta.

    Si no se echaban de menos el uno al otro sí que añoraban sus emociones, el orgasmo insaciable e interminable de estar, a tantos niveles, en perfecta sintonía.



    No te hace justicia, lo sé, pero es la excusa que necesitaba para pedirte descaradamente que vuelvas por aquí porque nos has dejado sedientos. Sírvenos aunque sólo sea un vasito de vez en cuando por favor!

    Un abrazo, cuídate.

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